El 9 de diciembre tuvimos la presentación del libro de cuentos, En el lascivo lenguaje de los perros del escritor Adalberto Guerra en la Alliance Francaise.
El prólogo y la presentación estuvo a cargo de la escritora Elena Tamargo.
Fotos de Lapitu.
Exordio para un niño
por Elena TamargoCuando era niño, sus padres se separaron. Y partieron hasta la yunta de toros, partieron los gallos, los perros, los horcones de la casa. “El divorcio de mis padres fue un juicio inolvidable en Madruga, lleno, con gente en las ventanas escuchando con quién se quedaba el gallo Pinto y con quién el Giro”. Cuando se casaron, sus padres se fueron a vivir a Santa Ana de Viajacas, un sitio inhóspito, de extrema soledad, y un río. “Mi madre es una guajira seca, ahora es que me besa y me abraza”. Santa Ana de Viajacas es la protagonista de estos cuentos, también seca. En este caserío fabricaron La Casa Verde. “La casa no llegó a envejecer”. Santa Ana de Viajacas es el espacio mental donde ocurre la emanación del recuerdo.
Sólo existe una lectura posible, la emocional, la lectura simbólica no es lectura sino conjetura. La ausencia de nombres propios impide que el lector postule una existencia. Los personajes, pues, situados en un momento histórico, aunque sólo lo sea para el autor, también evita que sean símbolos de la humanidad o de un determinado valor absoluto. Los personajes de la narrativa de Ad Guerra son su familia, los hechos que narra son la historia de su vida, los espacios, sus propios espacios, donde faltó la ternura, donde habitó la magia y la crueldad del campo cubano, nada romántico ni manso ni apacible, como los poetas del diecinueve intentaron demostrar.
El dolor puede reflejarse mediante la creación de un gran estilo elusivo en el que la amarga experiencia se vuelve texto, el cual apela al sentido del lector, que siente el texto, porque el En el lenguaje lascivo de los perros, el texto se sufre, se padece, se recrea, y al mismo tiempo, es el propio texto el que se encarga de no permitirle al lector la identificación con ninguna situación narrada, sino que su atención se centra en la disposición de los signos para adentrarse en el universo desconocido y ajeno del escritor, que apela a la emoción del lector valiéndose del niño, de sus ojos, que mostrarán el asombro.
El asombro se expresa con vocablos adultos, pero es consecuencia de la melancolía. Porque la experiencia real del niño es una incógnita, es una voz contemplativa digna que no permite lástima, es la fortaleza del hombre de campo, la discresión del sufrimiento del hombre de campo, la dignidad del solitario hombre, que prefiere hablar solo, en letanía, en sus espacios, y se repite y se pregunta y se responde, porque el hombre del campo está siempre delantte del misterio de la belleza y del misterio del horror; detrás de una arboleda puede haber un precipicio y en medio de un apacible y bello río puede haber un animal venenoso y mortal. Hay insectos, majaes, una fauna que no se anuncia. Las literaturas europeas pudieron ofrecer una experiencia de campo sublimada, una naturaleza dócil, refugio del poeta, como el Walheim donde Werther se enamora de Carlota y el don apacible que describe Mijail Sholojov, porque en ese campo imaginario de Weimar, no hay una vegetación intrincada y laberíntica como la nuestra, tropical y confusa como nuestras propias almas, y en el río Don de Sholojov, un río de llanura, que corre por el valle del Don, no hay pirañas, como en nuestros ríos americanos, en medio de las selvas, que dieron las grandes obras del inicio del siglo XX, las novelas de la tierra, que pueden existir, porque existe esa naturaleza que las genera.
El uso de las repeticiones, la y conjuntiva intencional, los parlamentos largos, la austeridad en la puntuación, lo escatológico y lo hiperbólico del campo cubano, (las moscas de las casas del, campo; los tibores llenos), la reconstrucción linguística del habla campesina, el habla de los hombres de campo en solitario (su voz narrativa es al vacío), la reconstrucción de la memoria infantil, la reconstrucción de la vida doméstica rural, el tono del niño que habla, la mítica del caserío, apuntan que existe otra forma de comunicación, independiente, que se basa en no solamente transformar la realidad sino inventarla, porque la memoria adquiere una carga “ideológica”, vengándose de la realidad, y se produce una batalla entre memoria contra recuerdo; el recuerdo representa los hechos y la memoria el anhelo, el modo como se almacenaron; el recuerdo tiene un movimiento, una autonomía, mientras que la memoria es un almacén, es inmóvil e involuntaria. La memoria es el discurso del recuerdo, mientras que la literatura lo es de la memoria.
La función primordial del niño (Ad Guerra) es la de narrar, el niño es el biógrafo del autor. Es la voz que reiteradamente advierte al autor que su narración es expresada en silencio, porque el efecto que la hace posible es un flujo de imágenes, que se permite el poeta, que es un niño que está dando cuenta a través de un caleidoscopio, que en vez de vibrantes figuras en colores hay ruinas, gentes, iras, gallos y yuntas divididos en pedacitos opacos.
Todo texto literario, incluso el más vanguardista, constituye una forma de imitar la realidad, mas la imitación que lleva a cabo Ad Guerra es la de la realidad interior del flujo mental, es una suerte de literatura en estampas que a diferencia de la literatura de argumento, que suele imitar los hechos externos, organizados con coherencia y orden, la de estampa, y la de Ad, especialmente, plasma literariamente la condición enigmática de la existencia humana, es el flujo mental de la mente creativa, que ha reposado, marcando un ritmo de quietud, frente al movimiento de los argumentos. El efecto de esta narrativa de estampa en Ad es pausado, a la manera en que las imágenes de la mente del niño se van transformando, suave y paulatinamente, para crear el impacto del caleidoscopio, un juguete que todo niño apreciará para siempre.
El título mismo del libro, dinámico y plurisignificativo, puede atenderse como una apelación a la realidad, puede entenderse como un alegato, tanto del autor como del lector.
El conjunto de cuentos, que una vez leídos son uno solo, se cierra sobre sí mismo, cuestionando la existencia del recuerdo, con histriónico humor y autoparódico sentido de la creación; la elevada, lúdica y vital imaginación se corona en el discurso natural, que el arte de todos los tiempos ha usado para palear la angustia del artista, y, en este caso también, la reminiscencia del vacío que la autobiografía deja en el sujeto actual, mediante la fantasía creativa con que se contempla la ruina.
“El abuelo no muere así, como en el cuento, él era un tipo de demasiadas mujeres, la verdad es que lo asesinó una de ellas, Aurora, de un modo muy cruel, a los 40 años. Ella le tiró a los ojos todo el alcohol que había recolectado y le prendió fuego. Duró tres días, salió a la calle desnudo y en llamas, y ella lo remató con una mandarria.”
Adalberto, que fue guaguero de la ruta Unión de Reyes-Madruga, no le cobraba a Aurora, cuando se subía a la guagua que él manejaba, “para no tocarle las manos”. Este poeta y narrador de una vida llena de magias, que no cree en los milagros,"porque detrás de un milagro hay muchas veces una conspiración”, se nutre de la vida para escribir, porque él asegura que no busca cosas afuera, “la verdad tiene que ser distorsionada por la imaginación”. Sus cuentos son cuentos de asombro,“yo quiero seguir escribiendo así, como empecé a escribir, por un accidente”.
Esa es la poesis de este poeta, que cuando narra no deja de serlo, y que sigue hablando por la voz de los ojos de un niño que vio el divorcio de sus padres, y recuerda que cuando la ley llegó para poner en orden las reparticiones, “como gente de campo entramos al pueblo vestidos con ropa de campo, con zapatos de campo caminamos directo al tribunal y nos seguían gente de pueblo, riendo como gente de pueblo”.
2 comments:
muy bueno, excepto porque los toros no son yunta, yunta son los bueyes,dinero les doy si enyuntan a dos toros, ja aj ja, pero excepto por eso parecen todos guajiros, Ad felicidades, me alegro mucho de esta bonita acogida, pena de no poder estar.
que bueno lo de que 'detrás de un milagro hay siempre una conspiración'
sonia diaz
El cuento es como la poesia, si no bueno no se salva de la bruma del tiempo; pero las narraciones de Ad estan "apareadas" a la muy buena literatura.
Pedro A Assef
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