About Me

Welcome to my blog! Sometimes, I write in Spanish, others in English, but basically this is my daily diary of sorts. Los invito a mi blog, que es como un diário de mis eventos y escritos que a veces son en español, y a veces en inglés...

Friday, August 31, 2012

Wednesday, August 29, 2012

Tales: Room at the Top (TheWriteDeal)


Getting rid of the evidence
The ever present stench of incense was floating in the air. Everywhere I turned there were remnants of his existence…a book, a tray, a vase…on and on. Little by little I went remembering what he had given me, and one by one I threw them away. Everything was reduced to trash, as in most things in life. You use them for a while, and you replace them when they are worn out. It happens with relationships, with jeans, and shoes, and almost everything else.
I had waited longer than I‘ve ever waited for an outcome. I had imagined all sorts of situations, all sorts of moments, which turned out to be futile. I remember always consoling myself with the fact that if he was still in my life, it had to be for a reason. I have always had the incredible luck that anything that I did not need gets taken out of my life for good. So anytime my mind started wondering away, questioning his actions, and mines… I would say it was for a reason. This had to be the stupidest excuse ever, but at times it soothed my pain….until another episode.
I had faith though. I never stopped believing that someone would come and change my life, and in the process erase all this, which in turn would make him realize he was attracted to me after all. It has been said that if you wait long everything materializes… well guess what? It has.
 
Manuel A. López
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Tuesday, August 28, 2012

Olga Connor escribe sobre Noches Literarias en el Nuevo Herald

 

OLGA CONNOR: Cruz Varela vuelve a residir entre nosotros

 
 
Nos fuimos con el fotógrafo Pedro Portal, que tantas veces me acompaña en estas correrías de noche, a la Alianza Francesa en la Calle Ocho, muy cerca de Brickell (entre las avenidas seis y siete del Suroeste), para oír a la que fue activista presa en Cuba, poeta y novelista María Elena Cruz Varela, por invitación del señor de “Zu”, Manny López, quien se emocionó al presentarla en esta sede de su proyecto literario.
Resulta que esta vez se nos queda en Miami Cruz Varela. Madrid está que arde –y toda España–, con la devaluación de su crédito y la falta de empleo. Y a pesar de que tiene novelas contratadas con Santillana, puede crearlas desde esta capital latinoamericana rodeada de su familia –no hacía más que mencionarlos–, mientras escribe y se toma sus pastelitos
cubanos.
Lo que nos trajo esa noche fue la lectura de antiguos poemas, que muchos de sus correligionarios vinieron a escuchar. Y también los comienzos de una novela, de la que nos mencionó los nombres de El fuego de los espejos rotos y Memoria de la mujer desnuda, dos novelas en una, pero quiso aclarar que las empezó a escribir antes de leer de Haruki Murakami, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, aunque ya de entrada dejó en claro que serían tan confusas y raras como las del escritor japonés.
Confieso que me dejó muy interesada la lectura de las primeras 24 páginas que me dio, porque es de lo más internacional que se pueda dar. Lo mismo se habla de “Soppy Joe’s”, donde un mafioso ruso, Piotr Gravárov, se enamora de una mulata cubana, Caridad Falcón; como de un italiano conde de Marniazzo, cuyo hijo Arnaldino se tiene que casar con la hija del mafioso ruso por su dinero. Todo con la chacota que inspira el “cubaneo” que no ha perdido Cruz Varela en la España tradicional. Ella explicó que hay que leerlas como cuando se escucha a esos dúos en que los cantantes interpretan dos canciones a la vez, como por ejemplo, En el tronco de un árbol y Solamente una vez. Que la acabe pronto de escribir que aquí estamos esperando los conflictos y desenlaces. Pero más que novela japonesa, se le ve la traza de cubana, por el estilo de hablar de Cruz Varela que es el mismo de la novela.
“Se me ha hecho muy difícil la poesía fuera de Cuba”, dijo. “Hago reseñas de libros en El Cultural del periódico El Mundo, de España, pero llevo bastante tiempo de recogimiento voluntario. Pienso que el activismo compulsivo es una evasión, es el miedo a encontrarte contigo mismo. Si nos detenemos, creemos que vamos a encontrarnos con algo terrible”.
Al dirigirse al público les comentó que traía sus antiguos libros, y que aún estaba enamorada de su El ángel agotado, del que leyó numerosos poemas, al igual que de los otros libros, por petición de amigos y lectores asiduos.





‘OBRAPÍA DEL CANTO’, DE  ELENA MONTES DE OCA

Otro proyecto Zu de Manny López, en la misma sede de la Alianza Francesa, fue la presentación de un libro rigurosamente poético, el de  Elena Montes de Oca, titulado Obrapía del canto (Editorial AlphaBeta), que prologó Madeline Cámara y reseñó en la contraportada del libro y esa noche Ileana Fuentes. Está dividido en secciones que llevan los nombres tan sugestivos como los de algunas calles de La Habana: Obrapía, Animas, Desamparados, Cuba y Amargura, Porvenir, Vía Blanca. Es un trazo de una ciudad que lleva puertas –porque anteriormente estaba amurallada– pero lo que se propone en los poemas es abrirlas para recorrer un mandala “desde las cuevas ancestrales”. Y la poeta es ahora ella la puerta de esa ciudad que está poéticamente amurallada, cerrada. Es un alegato desnudo: “me adentro en la tierra y testifico”. “Ni cara ni cruz./ Mi memoria/ no tiene rostro/ anida en la matriz”. Todo el poemario lleva el sello de un ritmo que se desliza de modo natural, como si la poesía hubiera cruzado a través de la poeta sin ella apenas notarlo, como aquellos intérpretes populares de antes que cantaban sin que se les notara el esfuerzo. No hay duda de que habla de una ciudad, “que llevo en la mirada” y ella es el sitio en que habita su memoria.
“Para saber la historia de cualquier ser humano tendríamos que saber esos inicios existenciales, el ‘dónde’ y el ‘cómo’ del ojo que lo ve todo distinto, y de la voz que ha de enunciar revelación, asombro, júbilo, nostalgia, deseo, miedo, asco, espanto, denuncia y amor”, explicó Fuentes. “Elena Montes de Oca es una de esas voces que no escatima en brindar elementos para imaginar su historia, la personal y la colectiva, y para imaginar su alma”.
Fuentes copió los versos de varios poetas cubanos que van reseñando cosas que a ella le sirven para presentar a Montes de Oca y entre ellos cita a Magaly Alabau, quien “recorre La Habana contigo”, diciendo en un poema: “Hemos llegado a Ilión”, que es precisamente esa ciudad de la que tanta nostalgia tenemos, tanto la matancera Montes de Oca como la habanera que soy yo.•


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Sunday, August 26, 2012

Un poema de Jesús J. Barquet


Foto tomada del internet de Sean Gallagher



                                                 LA RUTA DE LA SEDA


Jesús J. Barquet



(Tomado de la revista Casa de las Américas, año LI, número 267,
 
 
abril-junio 2012, pp. 38-41)




Flojo, flojísimo el desagüe ante el torrente.

José Lezama Lima



a isel rivero, en la confirmación de sus Hurones





Como se abre un puerto o una gran hembra en celo

se inicia este silencio con palabras borradas

o que ya no se dejan permear por lo que digan.

Huyen sabiendo decirnos entre el viento

aquello que la tierra se cansó de proclamar:

raíces de espuma, artefactos de cansada perfección,

utensilios de común extravío hace ya lustros

treinta, cuarenta, cincuenta calendarios—

son hoy estas tuercas nunca lubricadas, este manual

jamás leído con instrucciones estrictas de tenernos que

olvidar.



Sabían ya que en la palma de la mano traíamos la ruta de la seda:

la estirpe del gusano, el mercado febril de la cochinilla,

camellos, elefantes, alcatraces, galeones

arguyendo, cruzándose entre sí, sin mirarse a los ojos,

y nosotros, o yo, como siempre, descuidados creyendo

que la tierra en su poción de isla tendría en algún sitio

guardada la respuesta, que no la había

olvidado.



En mancuerna, entre retazos de arbustos espinosos

anduvimos la ciudad como andamios

que querían reconstruir los cimientos:

adoquines dispuestos en un orden risible

o juguetes de patio barridos por la lluvia

fue todo lo que había. En algún centro estaba, previmos

la Escala de Jacob cayéndonos encima: caer sobre caídos.

Pero no, no debíamos haber confiado en que la lluvia

hiciera nuestro trabajo,

y sin embargo, confiamos:

le permitimos al agua enceguecida correr y abrirse entre deslaves

de odio, con garras, con espuelas, sin alas, sin pulsiones

de amatista o lapislázuli.

Creíamos que el agua sería algún día un río entre las piedras,

que audaces caravanas de pieles y caricias traerían el amor

a nuestra casa en medio de un desierto que veíamos

cada vez más en ruinas.

Confiamos y creímos, pero al final un hueco

hondo, hosco y oscuro se abrió ante nuestros pies, sin desagüe;

y a manera de estrofa trajo el viento

un único verso decidido a borrarse

y a borrarnos.



Lo que quiero ahora aquí es que cuente

esa última voz

y que nos cuente y que contemos con ella.

Si dice abuso y coerción, creámosle.

Si dice afecto y compañía, también hay que creerle.

Si por cansancio o por piedad dice el silencio, abrámosle entonces

el corazón o la razón o sinrazón que aún nos quede.

Porque si no supimos retroceder hasta el fósil

que antecedió a esta historia de tantas teñiduras

y allí, ante él, deshacerla en polvo o ceniza vergonzante

para que el propio camino y no sólo la seda

fuese mortal y errante como la seda

escurridizo tejido en desliz que convida y se deja acariciar—;

si no supimos o no pudimos o no quisimos hacerlo

y el abrazo de placer que nos clava la vista o el poema, entero,

no llegó a conformarnos,

no hay ahora por qué reclamarle a ese verso solitario y callado

lo que a nosotros mismos habría que reclamar.



Ahora aquí,

al final tal vez ya de algún principio o precipicio,

no hay más que un sacapuntas sin filo, un alfiler abierto

de curandera, un roto espejo de azufre

esperándonos siempre en el umbral de la casa,

de la escuela, del taller, de la oficina.

Es un reflejo tosco que nos persigue o que somos:

noche a noche en la alcoba crece allí y nos aguarda

como un cadáver tatuado de efemérides patrias

que nos obliga al sexo interminablemente a oscuras,

mientras, dueño del baño, un cieno

gris de quinquenios nefastos

nos impide olvidar lo que no llegó a río.

Si busco entonces refugio en la cocina,

allégase mi madre como tantas

madres ausentes, cubierta

por un mortuorio manto, blanco,

de amargos chocolates y bizcochos caseros

mitad quemados ya o quemándose por dentro.

Y en los estantes, los libros —mis libros—

con sus millares de ojos fatigados por

inútilmente

leernos:

borrosos y dispersos me ignoran

sus palabras, sus lomos y sus versos

incluso este poema me borrará en lo que digo.



No obstante,

quisiéramos verlos en nuestra travesía que creímos de seda

ir siempre a nuestro lado,

ayudar con el fardo o con las cuentas

como bitácora u hoja

de ruta o de coca.

Pero imposible nos es ahora

tenerlos

en nuestras manos (muñones),

leerlos

con estos ojos (de ciegos).

Al final ya,

ni seda ni ruta sedosa,

sino el salitre ríspido, los truncos

y sulfúreos peldaños

que trenzan nuestros pasos.

Por eso, un verso terco,

con pretensión de estrofa,

dicho al desgaire, húmedo

y vacío pero venido

desde un reflejo mayor,

como Enviado,

sea quizás lo único que cuente

y que nos cuente un día.

Por lo que si dice abuso y coerción, creámosle;

si dice afecto y compañía, sigámosle creyendo;

mas si por piedad o cansancio no dice sino el silencio

y huye después espantado,

pensemos que sólo lo hizo para saber

la cantidad de esperanza o salvación

que, pese a nosotros mismos,

imperturbable aún

nos quede.



Las Cruces, septiembre-octubre, 2011