OLGA CONNOR: Cruz Varela vuelve a residir entre nosotros
Nos fuimos con el fotógrafo Pedro Portal, que tantas veces me acompaña en estas correrías de noche, a la Alianza Francesa en la Calle Ocho, muy cerca de Brickell (entre las avenidas seis y siete del Suroeste), para oír a la que fue activista presa en Cuba, poeta y novelista María Elena Cruz Varela, por invitación del señor de “Zu”, Manny López, quien se emocionó al presentarla en esta sede de su proyecto literario.
Resulta que esta vez se nos queda en Miami Cruz Varela. Madrid está que arde –y toda España–, con la devaluación de su crédito y la falta de empleo. Y a pesar de que tiene novelas contratadas con Santillana, puede crearlas desde esta capital latinoamericana rodeada de su familia –no hacía más que mencionarlos–, mientras escribe y se toma sus pastelitos
cubanos.
Lo que nos trajo esa noche fue la lectura de antiguos poemas, que muchos de sus correligionarios vinieron a escuchar. Y también los comienzos de una novela, de la que nos mencionó los nombres de El fuego de los espejos rotos y Memoria de la mujer desnuda, dos novelas en una, pero quiso aclarar que las empezó a escribir antes de leer de Haruki Murakami, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, aunque ya de entrada dejó en claro que serían tan confusas y raras como las del escritor japonés.
Confieso que me dejó muy interesada la lectura de las primeras 24 páginas que me dio, porque es de lo más internacional que se pueda dar. Lo mismo se habla de “Soppy Joe’s”, donde un mafioso ruso, Piotr Gravárov, se enamora de una mulata cubana, Caridad Falcón; como de un italiano conde de Marniazzo, cuyo hijo Arnaldino se tiene que casar con la hija del mafioso ruso por su dinero. Todo con la chacota que inspira el “cubaneo” que no ha perdido Cruz Varela en la España tradicional. Ella explicó que hay que leerlas como cuando se escucha a esos dúos en que los cantantes interpretan dos canciones a la vez, como por ejemplo, En el tronco de un árbol y Solamente una vez. Que la acabe pronto de escribir que aquí estamos esperando los conflictos y desenlaces. Pero más que novela japonesa, se le ve la traza de cubana, por el estilo de hablar de Cruz Varela que es el mismo de la novela.
“Se me ha hecho muy difícil la poesía fuera de Cuba”, dijo. “Hago reseñas de libros en El Cultural del periódico El Mundo, de España, pero llevo bastante tiempo de recogimiento voluntario. Pienso que el activismo compulsivo es una evasión, es el miedo a encontrarte contigo mismo. Si nos detenemos, creemos que vamos a encontrarnos con algo terrible”.
Al dirigirse al público les comentó que traía sus antiguos libros, y que aún estaba enamorada de su El ángel agotado, del que leyó numerosos poemas, al igual que de los otros libros, por petición de amigos y lectores asiduos.
‘OBRAPÍA DEL CANTO’, DE ELENA MONTES DE OCA
Otro proyecto Zu de Manny López, en la misma sede de la Alianza Francesa, fue la presentación de un libro rigurosamente poético, el de Elena Montes de Oca, titulado Obrapía del canto (Editorial AlphaBeta), que prologó Madeline Cámara y reseñó en la contraportada del libro y esa noche Ileana Fuentes. Está dividido en secciones que llevan los nombres tan sugestivos como los de algunas calles de La Habana: Obrapía, Animas, Desamparados, Cuba y Amargura, Porvenir, Vía Blanca. Es un trazo de una ciudad que lleva puertas –porque anteriormente estaba amurallada– pero lo que se propone en los poemas es abrirlas para recorrer un mandala “desde las cuevas ancestrales”. Y la poeta es ahora ella la puerta de esa ciudad que está poéticamente amurallada, cerrada. Es un alegato desnudo: “me adentro en la tierra y testifico”. “Ni cara ni cruz./ Mi memoria/ no tiene rostro/ anida en la matriz”. Todo el poemario lleva el sello de un ritmo que se desliza de modo natural, como si la poesía hubiera cruzado a través de la poeta sin ella apenas notarlo, como aquellos intérpretes populares de antes que cantaban sin que se les notara el esfuerzo. No hay duda de que habla de una ciudad, “que llevo en la mirada” y ella es el sitio en que habita su memoria.
“Para saber la historia de cualquier ser humano tendríamos que saber esos inicios existenciales, el ‘dónde’ y el ‘cómo’ del ojo que lo ve todo distinto, y de la voz que ha de enunciar revelación, asombro, júbilo, nostalgia, deseo, miedo, asco, espanto, denuncia y amor”, explicó Fuentes. “Elena Montes de Oca es una de esas voces que no escatima en brindar elementos para imaginar su historia, la personal y la colectiva, y para imaginar su alma”.
Fuentes copió los versos de varios poetas cubanos que van reseñando cosas que a ella le sirven para presentar a Montes de Oca y entre ellos cita a Magaly Alabau, quien “recorre La Habana contigo”, diciendo en un poema: “Hemos llegado a Ilión”, que es precisamente esa ciudad de la que tanta nostalgia tenemos, tanto la matancera Montes de Oca como la habanera que soy yo.•
Resulta que esta vez se nos queda en Miami Cruz Varela. Madrid está que arde –y toda España–, con la devaluación de su crédito y la falta de empleo. Y a pesar de que tiene novelas contratadas con Santillana, puede crearlas desde esta capital latinoamericana rodeada de su familia –no hacía más que mencionarlos–, mientras escribe y se toma sus pastelitos
cubanos.
Lo que nos trajo esa noche fue la lectura de antiguos poemas, que muchos de sus correligionarios vinieron a escuchar. Y también los comienzos de una novela, de la que nos mencionó los nombres de El fuego de los espejos rotos y Memoria de la mujer desnuda, dos novelas en una, pero quiso aclarar que las empezó a escribir antes de leer de Haruki Murakami, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, aunque ya de entrada dejó en claro que serían tan confusas y raras como las del escritor japonés.
Confieso que me dejó muy interesada la lectura de las primeras 24 páginas que me dio, porque es de lo más internacional que se pueda dar. Lo mismo se habla de “Soppy Joe’s”, donde un mafioso ruso, Piotr Gravárov, se enamora de una mulata cubana, Caridad Falcón; como de un italiano conde de Marniazzo, cuyo hijo Arnaldino se tiene que casar con la hija del mafioso ruso por su dinero. Todo con la chacota que inspira el “cubaneo” que no ha perdido Cruz Varela en la España tradicional. Ella explicó que hay que leerlas como cuando se escucha a esos dúos en que los cantantes interpretan dos canciones a la vez, como por ejemplo, En el tronco de un árbol y Solamente una vez. Que la acabe pronto de escribir que aquí estamos esperando los conflictos y desenlaces. Pero más que novela japonesa, se le ve la traza de cubana, por el estilo de hablar de Cruz Varela que es el mismo de la novela.
“Se me ha hecho muy difícil la poesía fuera de Cuba”, dijo. “Hago reseñas de libros en El Cultural del periódico El Mundo, de España, pero llevo bastante tiempo de recogimiento voluntario. Pienso que el activismo compulsivo es una evasión, es el miedo a encontrarte contigo mismo. Si nos detenemos, creemos que vamos a encontrarnos con algo terrible”.
Al dirigirse al público les comentó que traía sus antiguos libros, y que aún estaba enamorada de su El ángel agotado, del que leyó numerosos poemas, al igual que de los otros libros, por petición de amigos y lectores asiduos.
‘OBRAPÍA DEL CANTO’, DE ELENA MONTES DE OCA
Otro proyecto Zu de Manny López, en la misma sede de la Alianza Francesa, fue la presentación de un libro rigurosamente poético, el de Elena Montes de Oca, titulado Obrapía del canto (Editorial AlphaBeta), que prologó Madeline Cámara y reseñó en la contraportada del libro y esa noche Ileana Fuentes. Está dividido en secciones que llevan los nombres tan sugestivos como los de algunas calles de La Habana: Obrapía, Animas, Desamparados, Cuba y Amargura, Porvenir, Vía Blanca. Es un trazo de una ciudad que lleva puertas –porque anteriormente estaba amurallada– pero lo que se propone en los poemas es abrirlas para recorrer un mandala “desde las cuevas ancestrales”. Y la poeta es ahora ella la puerta de esa ciudad que está poéticamente amurallada, cerrada. Es un alegato desnudo: “me adentro en la tierra y testifico”. “Ni cara ni cruz./ Mi memoria/ no tiene rostro/ anida en la matriz”. Todo el poemario lleva el sello de un ritmo que se desliza de modo natural, como si la poesía hubiera cruzado a través de la poeta sin ella apenas notarlo, como aquellos intérpretes populares de antes que cantaban sin que se les notara el esfuerzo. No hay duda de que habla de una ciudad, “que llevo en la mirada” y ella es el sitio en que habita su memoria.
“Para saber la historia de cualquier ser humano tendríamos que saber esos inicios existenciales, el ‘dónde’ y el ‘cómo’ del ojo que lo ve todo distinto, y de la voz que ha de enunciar revelación, asombro, júbilo, nostalgia, deseo, miedo, asco, espanto, denuncia y amor”, explicó Fuentes. “Elena Montes de Oca es una de esas voces que no escatima en brindar elementos para imaginar su historia, la personal y la colectiva, y para imaginar su alma”.
Fuentes copió los versos de varios poetas cubanos que van reseñando cosas que a ella le sirven para presentar a Montes de Oca y entre ellos cita a Magaly Alabau, quien “recorre La Habana contigo”, diciendo en un poema: “Hemos llegado a Ilión”, que es precisamente esa ciudad de la que tanta nostalgia tenemos, tanto la matancera Montes de Oca como la habanera que soy yo.•
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