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Foto de Karin Aldrey
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Es cierto que todo buen escritor primeramente escribe poesía. Pero muchos no la publican o la esconden, porque ésta dice mucho de la intimidad de la persona. En 1995, el periodista Carlos Verdecia, ex director de El Nuevo Herald y asesor de otras publicaciones, decidió a publicar un poemario titulado
La escalera de incendios (Cran, S.L, Madrid), con ilustraciones de Tony Evora y foto de contraportada de su hijo Manuel (Manny) Verdecia. El título del libro da la pauta de su contenido. Las escaleras de incendios se usan para escapar en caso de un siniestro, cuando ocurre algo terrible. Y eso es este poemario. Al leerlo se da cuenta el lector de que son descargas para escapar de las angustias cotidianas.
Por eso comenzó el jueves de la semana pasada leyendo el poema
Todavía, sobre la virtud del llanto después de todas las traiciones y puñaladas que se reciben en la vida. Esa fue la noche en que Verdecia se decidió a leer de este libro en Miami. También de otros dos en preparación, la novela
Balada de jazz en La Habana y poemas inéditos también sobre el jazz, que es su pasión. Invitado por Manny López, director del Proyecto Zu, en la Alianza Francesa, el periodista dejó de serlo para entrar en la esfera de los sueños y las nostalgias.
Hizo preámbulos a cada poema que leyó. “Mi plan fue ser músico de jazz”, reveló Verdecia, quien en sus años mozos cursó estudios de secundaria en un plantel de Tennessee. “Eso no funcionó, pero ahora escribo un libro inspirado por el jazz, de bolero, balada…” A continuación leyó uno de este tema, titulado
Stella by Starlight, que tiene de inspiración una música muy de los años 40 y 50.
“Todos los músicos le hicieron honor a esta balada”, comentó. Especialmente el saxofonista Stan Getz y otros de su categoría. La música original es una serenata en un filme de 1944 con Ray Milland,
The Uninvited. Verdecia le hace honor a esta leyenda musical escribiendo su propia interpretación –él trató de ser saxofonista.
Otros poemas tratan de su profunda religiosidad. Leyó el poema
Yumurí, sobre un valle en Matanzas, Cuba, que evoca la presencia de Dios. Pertenece a
Oración, una de las secciones del libro, y Verdecia confesó que no se refiere a las religiones organizadas, sino a las relaciones directas con el Señor.
Definitivamente fue una sesión de poesía y sorpresas. Su poesía está basada en las imágenes visuales, en la metáfora, pero siempre con un lenguaje de acercamiento al lector, no como la de los poetas que buscan la oscuridad y lo abstracto. Se encuentra allí el sentido de comunicación del periodista, que se hace entender. Como ejemplo de esa relación con el público confesó que lo anima la anticipación, estableciendo de manera jocosa y a nivel coloquial con los asistentes, un paralelo con el sofrito, que le siguieron la corriente y añadieron sus teorías sobre el tema del olor y la anticipación.
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