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Salmo 3
A Adriana Santa Cruz y
Juan Somavia
Porque existe en esta isla una vieja aprisionada en su mecedora, de donde observa a las putas cuando salen de sus cuartuchos y después de mucho contemplarlas, pide a la Virgen de la Macarena que adopte a todas las mujeres públicas que arropan nuestro vecindario. Muy en especial a Galiloe, que deposita sus nalgas en la escalera de mi casa.
Porque esta isla es mucho más que autopistas de concreto relucientes y sus caravanas de evangélicos en sus rutas de fe, entiende la vieja amarrada a su sillón, y pide que se extienda este amparo a los millares de accionistas de condones que palpitan día y noche como corazones convulsos.
Porque esta isla es como un avión cuando se estrella y las muertes igualan con precisión la lista de pasajeros.
Porque hemos aprendido que el mayor significante de la impunidad es este Commonwealthausente y desatendido; incapaz de identificar a los culpables y cual perro demente arrastra los coches de los recién nacidos.
Porque, como insisten Adriana y Juan, el muerto uniformado tiene más impacto que la cantidad de ciudadanos que desaparecen como monos congelados en medio de la nieve.
Porque en la otra habitación un joven repite un rap luctuoso. Una historia de deshechos embalsamados. Que se le dé una mandolina de cal para esta melodía y que salga cada estrofa de la lengua arrancada, del brazo apretado, del beso depositado por la novia ahora llorosa. Por lo justo hasta la muerte sonsonea este joven, sin comprender quién es el ejecutor de justicia tan divina, que dispone lo que le corresponde a cada ciudadano por peso o medida.
Lourdes Vázquez
(Tomado de Salmos del cuerpo ardiente)
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