About Me

Welcome to my blog! Sometimes, I write in Spanish, others in English, but basically this is my daily diary of sorts. Los invito a mi blog, que es como un diário de mis eventos y escritos que a veces son en español, y a veces en inglés...

Thursday, November 22, 2012

A new blog...


Friends:

I have a new blog which I hope you will visit from time to time...

http://projectzudotcom.wordpress.com/

This is a new beginning ... so hopefully you will  ride along with me in these forthcoming adventures.

Thanks for your visits!

Manny

Monday, November 19, 2012

Presentación del primer número de la revista humorística y cultural CARITATE

 
Invitación para la alfombra roja del primer número de la revista humorística y cultural CARITATE

El Centro Cultural CubaOcho y la Fundación APOGEO para el arte público, multicultural y multimedia, tienen el gusto de invitarle a la alfombra roja del primer número de
la revista humorística y cultural CARITATE, con la presencia de su “padrino” Alexis Valdés, el Rey de la Comedia; la actriz Rosalinda Rodríguez; el caricaturista Arístide, y otras importantes figuras de la cultura y los medios de información ...
de Miami.

Fecha: Martes 20 de noviembre del 2012
Hora: 6:30 p.m.

Dirección: Centro Cultural CubaOcho
1465 SW 8th ST. Suites 106/107, Miami, FL.  33135.

Parqueo gratis en el edificio 1465, y detrás del Parque del Dominó.

Para más información, llamar a Baltasar Santiago Martín
 al 786 390-5855
 




Saturday, November 17, 2012

Gracias por esta Semana Alternativa de Literatura 2012

Amigos:

Hemos llegado al final de esta Semana Alternativa de Literatura.
En estos días he recordado muchísimo los otros dos años anteriores; primero en Zu Galería, y luego en el Dorado. He cerrado los ojos y he sentido a José Ramón Morales; siempre sonriente, parado en la puerta durante la lectura de Margarita el martes. Anoche, por momentos me pareció ver a Heriberto Hernández Medina sentado ...en primera fila  oyendo a Barquet leer de su libro, Cuerpos del delirio. Durante la noche del lunes, mientras María Cristina Fernández leía su excelente ensayo, sentí que Elena Tamargo recostaba su cara en mi hombro; como era su costumbre.

Ha sido una semana intensa; y debo confesar que estoy súper cansado. Sin embargo me siento feliz de haber logrado todo esto una vez más. Sin los escritores que han participado, sin los medios de prensa, sin los blogs; en especial El Lugareño de Joaquín Estrada Montalbán quien desde el 2008 promueve todos mis eventos; sin ustedes el publico que noche a noche nos ha acompañado… y sin el espacio de la Alianza Francesa,  todo esto no hubiera sido posible.
 
¡Muchas Gracias!
 
Manny López
Project Zu
 
 
 
 
 
 
 

FOTOS: Juan Carlos Valls y Roberto Zurbano












 
Fotos de Karin Aldrey
 
 
 

A Elena Tamargo. Por María Cristina Fernández

Foto de Marta Ramos



Rememora Raúl Ortega que en conversación con Osvaldo Navarro, este le habló de un ritual que acontece en ciertas regiones del Tibet: mezclar las cenizas de los muertos con la comida que le dan a las palomas. Quien contara esto fue la misma persona que compartiera con Elena Tamargo varios años de vida, y a quien reconoció una maestría poética más allá de los altibajos de la vida en común. Además de Osvaldo tuvo Elena otros maestros que fueron apareciendo en su momento justo, vivos o muertos, a lo largo de viajes, mudanzas y aprendizaje constante. Siempre habló de ellos con gratitud, estableciendo una sucesión de correspondencias que los enmarcaba en un mismo linaje.

Eso me fue revelado por primera vez en Agartha City, hace justo tres años, aquella noche en que el poeta Carlos Díaz Barrios la invitara a leer y a hablar de su obra. Hablo de revelación porque en principio había algo velado para mí tras la apariencia de mujer exquisita que me dio la bienvenida. Vestida como por modisto hábil, el pelo tratado en algún salón, la boca pintada de un rojo intenso, encubierta la blancura de su pecho con un chalequito que imitaba un plumaje exótico, y en su mano izquierda un guante tejido, no parecía la mujer de campo que decía ser. Pronto descubrí que esos caprichos de vanidad eran detalles consentidos a una belleza clásica, donde por momentos se posaba el ardor o la tristeza. No sabía entonces en cuántos escenarios , de cuántas maneras distintas habría de ver ese cuerpo rotundo que menguó en el climax de la enfermedad; cómo contemplaría ese rostro en lecturas públicas, en la convalescencia, en la agonía…

El campo que le dio la vida le abrió también los ojos a la tristeza, al dolor ajeno, a la soledad, según le comentara en una muy completa entrevista con Luis de la Paz para el Diario de las Américas. El campo que no es idilio, y también lo es. Hay en ese discurrir natural una puerta muy certera para la entrada de lo poético. En una reseña a su libro “Días ya vacíos” Madeline Cámara lo dice de este modo: “En otros poemas encontramos una imagen que se repite en libros anteriores de la autora: la mujer que ama la naturaleza, pero no de modo pasivo sino ella misma queriéndose fundir con elementos sencillos pero rebeldes del mundo natural como la hierba y el caballo/la yegua, símbolos recurrentes en su bestiario. Elementos puramente estéticos se confunden con referencias quizás biográficas: el ser mujer con infancia en un pueblo, o la fantasía de haber sido una “niña que hurgaba la tierra con su sexo”.Este tipo de imaginería nos obliga a situar a Tamargo dentro de la escritura femenina que valida lo Material y lo Corporal dentro de esa nueva espiritualidad donde la Naturaleza no se queda en el telón de fondo donde la situó en su día el Romanticismo.” Muy cierto cuando leemos a Elena; aunque fue una mujer de mucho estudio su poesía mantiene una conexión esencial con las fuentes de la vida, y de ahí la razón de que pudiendo ser solo una mujer culta terminó siendo una mujer sabia. Aún cuando muchos de sus poemas se deagajan de pies forzados de Osvaldo Navarro, o que se apropien por momentos de la voz de otros poetas como Celan o Lorca, Elena sustenta su poesía en una realidad que experimenta con el cuerpo y para el cuerpo, que ya se sabe que sin él el alma, y hasta los dioses, fueran reducidos a nada. Hay también, tal vez a causa de esta valoración de lo tangible una conexión con el acmeísmo ruso, que preconizó una recuperación semántica de la palabra por encima del símbolo.

El tilo, la miel, el agua, la saliva, la sangre, están en el sustrato de su escritura conectando visiones, olores, memorias táctiles. “Cuando me pongo triste me vienen los diez años/ las crines que a mi padre enloquecían,/ sus atuendos de monte y el olor a tabaco”. La memoria es la fuerza impulsora de la poesía”, escribió Elena en su ensayo sobre el poeta Juan Gelman, que es como decir que la evocación es la vocación del poeta. Pero la poesía, como sustancia viva, está hecha también de los olvidos de la memoria que participa de ese proceso de hilar imágenes, de reconstruir en el tiempo. El sufrimiento y la pérdida dejan vacíos en ella, incógnitas que el poeta buscará salvar iluminando lo difuso a través de la certeza emocional. Elena no solo reconocía su distinción por la poesía alemana, sino por toda aquella marcada por el sufrimiento provocado por una ideología, por el exilio, por lo que llamó “la retirada del sitio natural de enunciación”. Posiblemente esta deferencia se acentuó en la experiencia de Moscú, porque antes de ello la autora reconoce que “los más elementales atisbos de política, los efectos y las causas me eran también ajenos”. Ese viaje a Rusia fue un privilegio que muy pocos escritores en la Isla podían tener. Una salida del país en plan diplomático era un lujo, no había por qué esperar riesgos. Pero soplaban los vientos de la Perestroika y se quitaba el polvo a aquellos poetas difíciles, incómodos, a los que como dijera la poeta a de la Paz en esa entrevista, morían en Rusia por un puñado de versos. “Esos poetas me cambiaron el rumbo”. A través de lo registrado por los poetas de la tormenta puede reconstruirse lo que fue una época atroz. No parecía ser la poesía la más inocente de las ocupaciones cuando los gendarmes de la cultura dieron cuenta de tantas voces aliadas al bien y a la verdad.

El látigo del exilio, al decir de Raúl Ortega, los llevó a vivir una larga temporada en México. “Allí me hice maestra”, dice Elena agradecida. Allí se acoge a la hermeneútica, que pondera la reflexión sobre el análisis. En la casa de la calle Gabriel Macera, como antes fuera en la casa de Lacret en Santos Suárez, van los amigos cubanos en busca del refugio amoroso de los poetas Navarro y Tamargo. “…en ese pueblo del volcán junto al poeta comencé a recordar las palabras más antiguas de mi vida” Están ceniza, dios, vaca, nieve, tristeza, carne, piano, plátano macho, piedad…, cuenta en su novela inédita sobre el cáncer. Pero ese valle no estaba lleno solamente de presencias, sino de extrañamientos. ¿Dónde queda la loma de Cabañas, su bahía y el astillero con su entrar y salir de barcos? ¿Dónde el mar de la Habana, ciudad que la adoptó, seduciéndola? “Ay, mi ciudad, mi pasto/ mi sitio recurrente/a la hora en que duermen las palomas.” “La Habana es mi memoria sana”, resumió. En ese valle donde sus días comienzan a hacerse más y más de tierra, el nevado de Toluca le reveló que “un cuerpo puede ser un templo y una hoguera, guarder distintos fuegos/ doler de dos maneras.” El volcán es una metáfora del cáncer, descubre la mujer que sabe asociar. “Y el cuerpo mío de nieve/que es el mismo/sigue ardiendo en las noches como un cañaveral.” Un día su cuerpo tenía un agujero perenne: la boca del volcán, pensé al verlo. Por ahí le monitoreaban el avance de la enfermedad. Comprendí qu ese agujero, que ella tapaba de la vista de todos, era la boca de la muerte que por allí soplaba con persistencia.

Murió Osvaldo de súbito y Elena experimenta otra cara del exilio; ahora en Miami, a donde ya había partido su único hijo, nombrado Nazim por el poeta turco exiliado y muerto también en tierra extraña. “Inasilado-inarchivado-inasistido,/ sin lápida, sin tumba, sin ciprés”. “He venido a Miami a curarme”, dijo quien creía en el valor terapeútico de las palabras. “Las palabras son mis amuletos, creía en el pensamiento, en la cabeza, en los ritos que las religiones le hacían a la cabeza…” En esta ciudad destapó un culto fervoroso. La mimaron los poetas y los pintores, los fotógrafos y los actores, los periodistas y los snobs. Ella quería derramarse en todos, dar bautismos de poesía, enseñar, y en esa entrega poder sanar. Según los principios de retribución del bien, por todo lo que dio y germinó de sí, debió curarse. ¿Dónde estuvo el error, qué falló entonces? Si la poeta advirtió en Agartha City que la perseverancia es más fuerte que el destino…

Vuelve el delirio a mi placenta antigua/ Entre légamos agrios/ y pomada y vendaje/ antes que el tiempo expire en un violento abrazo.” Años atrás había escrito en el poema “Sobre un papel mis trenos”: “¿Alguien sabrá que estoy desamparada”. Por ese tiempo la poeta era aún más bella, ganaba premios literarios en la Habana, traducía versos del misterioso alemán. Elena no era una mujer de quejas; amó a la vida y le cantó, también al amado, al pastor del monte, al hombre de otra arcilla, pero el desconcierto también fue registrado cuando su cuerpo “fue rajado en dos como una palma por un trueno”. En el poema “Compás de espera” apunta: “Mi pasado está invadido y lloro lentamente”. Y también: “me dan miedo mi pueblo y sus hombres”, “Estorbo como estorban los almendros’.

Siempre me llamó la atención el título de su poemario “El caballo de la palabra”. Ya sabemos de su preferencia por el caballo, animal que rondó su infancia, y que encarna la inteligencia y un sentido muy propio de la libertad. En “El ultimo poema del año del alma” la autora se identifica con la yegua que “retoza suavemente sobre el rocío” y “le da lecciones al sabio y al dragón”. Pero el caballo es también en la regla de Ocha el iniciado que presta su cuerpo (o se le toma) para una comunicación mágica. “Y para ello un dios me ha prestado su lengua”. La monta del caballo hace que el santero se convierta en oráculo y hable por los orishas. Es el portavoz elegido por los dioses. Pero el que ha visto la monta de este tipo de caballo sabe como queda exhausto, como consume energías en el trance. “…porque la diosa en medio de sus mitos/ vive mi vida y me abandona”. Elena fue ese cuerpo/ caballo/ oráculo. Su dios fue la palabra , pero no la retórica sino la que nombra, enseña, es.

Esta interpretación tan simbólica puede ser más realista que la más realista de las explicaciones.Pero no puedo dejar de pensar que el cuerpo de Elena, decidido en su voluntad y amparado en la fe de sus mayores, se expuso con gran valor a métodos mucho más severos que vendajes y farmacias. Hoy en día se sabe, aunque se sigue haciendo gran uso de ella, de las desventajas de la quimioterapia en el tratamiento del cáncer. Frente a este agresiva cura, Elena pedía jengibre para las naúseas, cremita para la piel, agua para los labios secos. Cuando un grupo de amigos con Manny López al frente, lograron en campaña generosa reunir lo suficiente para cambiar la estrategia y ponerla en mejores manos, ya el cuepo de Elena había perdido demasiadas cortezas.

Hay cosas difíciles de decir, sobre todo cuando ya lo irremediable se impuso. También cuesta a veces contradecir a las personas que con buena voluntad hablan por boca de la tradición y la preservación de ciertos ritos con los que crecimos. Cuando Luis de la Paz se lamentaba de que varios escritores cubanos muertos en el exilio carezcan de un lugar de peregrinación, pensé que esto no estaría en consecuencia con la realidad de quienes no tuvieron hogar fijo, y fueron precisados o eligieron renunciar a ese espejismo llamado patria. Tan hijos de la diáspora como el que más, sus tumbas están en el mar, en un lago, o esparcidos en tierra de nadie. Como en el Tibet, que mezclando las cenizas con el alimento que le dan a las palomas, unen la tumba con el vuelo. En el caso de Elena tal vez haya vuelto al mar de su patio. Ella, que había dejado por el mundo colecciones de sombreros, platos hermosos, casas tibias que se desmantelaban en la partida, supo valorar y nombrar este sentimientto: el desapego. Esa fue la última lección que recibí de ella cuando le pregunté por cómo asumir la impermanencia de los objetos con los que nos identificamos.

Aunque perteneciente a una generación muy distinta, hay otra escritora cuya memoria siempre me acompaña. Hablo de Dora Alonso, quien vivió su vida íntegramente en Cuba. Una escritora que fue encantada con las melodías de la revolución y que unió su destino íntimo al destino nacional del país en que nació y murió. Hay que estudiar su vida y obra para entender por qué. Era muy anciana cuando la visitaba en su apartamento en un tercer piso en Nicanor del Campo. A sus noventa años su familia le pedía mudarse a un lugar donde no tuviese que subir escaleras. Llevándome a una ventana me señaló los ocujes que crecían desde el suelo. “Esos los sembré yo, no puedo dejarlos”. En esos días se enfrentó a los del servicio eléctrico por haberlos podado con alevosía. “Tampoco puedo separarme de ese mar que se ve por la otra ventana”.

Recién salida Elena de una quimioterapia en el Jackson fui a visitarla en su casa de Kendall y quise regarle el mariposal que crecía en su pequeño patio, y que había transplantado del Escambray a México, de México a Miami. Me prometió regalármelo un día, lo que nunca sucedió, tal vez porque yo lo quería todo para ella. Dora Alonso pudo quedarse en Cuba custodiando el mar y los ocujes. Elena cargó con su mariposal a cuestas, resembrándolo de una tierra a otra, como a sí misma. El símbolo es más intenso conociendo que la mariposa blanca es la flor nacional de Cuba.

Lástima de mundo, pena de país que no cuida a sus poetas. Elena Tamargo, como Ana Ajmátova, pudo describir los últimos días de su paso por el mundo: días atribulados, sufridos, vacíos los llamó en un intento tal vez de redimirlos de culpa. Pero tuvo en las palabras su lucidez y amparo, para justificar con Holderlin, que es poéticamente que el hombre habita la tierra: “la casa en tierra ajena / cuando rota en pedazos/ regreso a morir, a temblar/ a recoger del suelo, alzada y mansa/ los restos de mi hoguera/ mis llagas entrañables/ como flores de un patio del infierno”.

 

FOTOS: Noches de Poesía con Jesús J. Barquet y Maya Islas
















 
Fotos de Karin Aldrey
 
 

Julio no es polvo ni olvido. Por Lissette Bustamante



Julio no es polvo ni olvido
Por Lissette Bustamante
Miami, noviembre 2012

No sé si contar tu biografía al no estar en la galería de los poetas famosos; no sé si contar las miles de dificultades por las que pasaste en Cuba y en España, sólo sé que el dolor profundo, el abandono evidente, la desesperación de la tristeza, el fracaso español, la soledad de cada amanecer y el espanto de una desoladora depresión, te arrastraron al final… Después de todo, elegiste tomar ese vuelo e incluso volar para estar esta noche junto a nosotros mientras prendo una vela por tu alma inquieta…
Marchaste sin avisar, ni siquiera lanzaste un grito de auxilio, ¿será que no esperabas respuestas; será que te atrapó la neurosis del abismo en tu insilio murciano dentro del exilio español? Te arropaste en ti mismo, buscaste la contención en tu zozobra antes del amanecer y elegiste el silencio antes de tu partida… No dejaste señal, ni aviso en tu blog “El Club de los Amigos Malos”, aquellos que compartíamos “shácatas”, entre inquietudes de glásnot y perestroika… Ya para entonces habías decidido abandonar al que estaba registrado en el carné de identidad como Julio Francisco Martínez García para convertirte en Julio San Francisco.
Te lanzaste a defender tus ideas, abandonaste los comentarios para pasar a la acción… Junto al periodista Rafael Solano y el poeta y también periodista Raúl Rivero, fundaron la primera agencia de prensa independiente de Cuba, “Habana Press” y te obligaron a callar…
No voy a contar a cuantas organizaciones opositoras al régimen de La Habana te acercaste, ni en cuantas estuviste… Tu afán por mostrar la oscuridad de la ilusión de otros años revolucionarios se tornó en obsesión y llegó el exilio…
Transcurría 1997… En aquel tiempo ya escribías que eras un “ser que lo perdió todo por querer ser libre”… Una libertad costosa porque Julio pasó 15 años tocando puertas, sumido entre la creación y los tiempos oscuros de la zozobra y la pobreza… Acabó sus días marginado, sólo con la compañía de la mugre muerte… Llegó pobre a España y murió pobre en España… Por aquellos años 90 ya se marcaba el peor de los presagios… Salió de La Habana con el alma muy lastimada… Estuvo internado en Cuba en el Sanatorio San Juan de Dios, marcado por los tormentos psíquicos que castigaban su vida… Durante 15 años iba de un lado a otro… El Gobierno del Partido Popular, presidido en ese entonces por José María Aznar, no le prestó la atención médica que tanto necesitaba… Andaba cargado de sueños y era cada vez más incansable en su lucha por la democracia en Cuba… Aquellos gobernantes que se creen iluminados mientras caminan los pasillos del poder hoy no son más que el pus oscuro y siniestro de su desvergüenza… Los modernos vampiros vieron en Julio a una presa deseosa de ejercer su libertad y gritar la realidad de nuestra Isla… Sufrió engaños y traiciones… Alguna vez le hicieron creer que tocaba las nubes y confundido, le mintieron diciendo que era el cielo… Siguió tragando grageas de mentiras para seguir soñando con una eternidad fallida…
Querido Julio, ya la decadencia hacía crujir tus huesos oxidados… Decidiste tu liberación absoluta el 2 febrero de 2012, a tus 60 años… Un amigo te echó de menos cuando no respondías al celular ni a la puerta, ni a la sacra oración… Sospechaba que algo sucedía… Lo encontraron tres días después… La Policía Local abrió la puerta con una orden judicial… Estaba encerrado en su cuarto, de bruces en el suelo, desplomado e inerte, tumbado para siempre y desterrado al jamás…
En Facebook la noticia ya circulaba. Era una nota escueta, una esquela sencilla, sin datos ni detalles. Y luego su amigo desde Cuba, desde la Isla de la Juventud, no ocultaba su asombro, su dolor, su pesar. ¿De qué murió Julito? ¿Un infarto? ¿Un suicidio?... No, murió de frustraciones acumuladas, de asco, de sueños imposibles, de grageas de mentiras… No resistió la espera… Al intentar sobrevivir, murió…
Y ahora viene la desoladora conclusión. Su fallecimiento mereció pocas líneas en los periódicos, a pesar de que no es polvo ni olvido…
Anticipó su Testamento en su obra El Desterrado, que fue estudiada en La Sorbona de París…
 
TESTAMENTO

Nadie tendrá problemas con mis restos mortales
si, como he dicho ya, un día yo muriera.
No sé a quién le tocará la fúnebre y funesta misión
de encontrarme muerto
porque el destierro es el lugar donde no se sabe nada
de hoy, de mañana, ni de ayer.
No sé si será una mujer, un amigo, una vecina
anciana y asustada,
un portero, un policía,
un enemigo,
alguien que pasaba por allí.
No sé tampoco dónde moriré,
si en mi cuarto,
si en la calle,
si en el trabajo,
si en el hospital,
si en un barcito
donde tomo café con leche
y leo el periódico
todas las mañanas.
(debo morir en un barcito).
Podría ser de un infarto
del cerebro
o, tal vez, del corazón a donde han ido a parar
todas las furias, los miedos,
las melancolías y las fieras
o cursimente de hambre
o del azúcar baja
o el colesterol alto
o, simplemente, de estar lejos.
No sé ni quién recogerá mis propiedades,
mis paupérrimas propiedades
que no relaciono para no ofender,
sin embargo pueden quemar
mi verde traje parisino,
mi amarilla corbata italiana
y todo lo demás, hasta mis cartas
enviadas y no enviadas
que ya cumplieron su misión.
(Sé que alguien aprovechará el desconcierto
en torno al muerto desconocido
de quien nadie se declara propietario
para sustraer
sigilosamente
—y no para guardarlo de recuerdo—
mi juego de pasador, yugos, plumas y fosforera
mas no me importa).
En caso de que alguien tropiece
con un ladrillo que yo pueda haber modelado
sí le rogaría que modelara otro igual o mejor.
En caso de que alguien tropiece
con algún libro
que yo pueda haber escrito
sí le rogaría que lo tirara contra la puerta de alguna editorial
y en caso de que, con tan buena suerte, se publicara algo
decreto que por 70 años
todos los derechos de autor
pertenecen
exclusivamente
a un ser que dejé en La Habana.
Si surgiera algún(a) admirador(a)
del que modeló el ladrillo
o del que escribió el librillo
y deseara saber algo de aquel modelador de librillos
y deseara saber algo de aquel autor de ladrillos
y si deseara, incluso, ir hasta su tumba
y leer su epitafio
y ponerle una flor
no podrá hacerlo.
No habrá epitafio ni tumba,
pero, solamente para que la historia tenga un final feliz, daré
dos direcciones.
En un pueblito del centro de mi patria
cuyo nombre es Corralillo
(me hubiera gustado ser Conde de Corralillo)
pasé mi adolescencia, suspendí matemática,
tuve amigos y novia,
y en un barrio de la capital cubana
cuyo nombre es Bacuranao
(me hubiera gustado ser Barón de Bacuranao)
donde viví mis últimos añitos con patria propia
detrás de mi casa
hay una pradera
y en la pradera, una ceiba
y recostado a esa ceiba amé a una mujer
o modelé un ladrillo
y escribí poemas o cuentos o novelas
o no sé.
Pero sé que nadie tendrá problemas
con mis restos mortales
porque no seré nada exigente en esa hora.
No quiero que me incineren
porque he vivido toda la vida incinerado
y sembrando fuegos
(el que siembra fuego, recoge resplandores).
No quiero que echen, pues, mis cenizas al Nilo
para reencarnar en los peces o las conchas.
No quiero que me embalsamen
ni quiero que me entierren
aunque para mí sea leve la tierra.
No quiero una tumba
junto al Manzanares de Madrid,
ni quiero una tumba
junto al Almendares de La Habana
por tanto no habrán de trasladarse mis restitos
a Cuba.
No quiero nichos en catedrales,
ni misas,
ni esquelas
pues todos los días en ellas ya me vi.
Tiradme en cualquier lugar
donde mi hedor no moleste a nadie
y, como carroña ensimismada, libremente
puedan seguir comiéndome los buitres.