(Foto tomada de su página de Facebook) |
BREVES
PALABRAS PARA DECIR COMO QUIÉN QUERRÍA ESCRIBIR.
Es
raro sentir que te gustaría
escribir como otro, o tal vez resulte mas
entendible decir que otro escribe eso que te ha repiqueteado
en la cabeza. Desde hace mucho he querido publicar una muestra de la
poeta cubana Gleyvis Coro (Pinar del Río, 1974) a quien
conocí hace casi veinte años y de quien
siempre he hecho una lectura misteriosa. Conozco a pocos poetas que
tengan la destreza de fijarle un destino a cada palabra, el poder de
convertir su maltrecha soledad en fortaleza para otros que no tienen
ni mapa ni brújula en el arte de domesticar
los verdaderos apetitos. Estos poemas tomados de su libro ¨Jaulas¨,
2009 son de lo mejor que he leído en mucho
tiempo; nada cuelga; todo está dicho desde una crudeza que aplasta
los convencionalismos, rasga , descascara
la belleza y elije ser (como si fuera fácil)
un filtro de sangre.
Les
dejo pues, gracias a la complicidad de
Manny López ante una lectura que les prometo sustanciosa,
un espacio al que, aun
cuando no describa la felicidad,siempre
será pertinente volver.
Juan Carlos
Valls
Poemas de Gleyvis Coro (Pinar del Río, 1974)
Tomados de “Jaulas”. Editorial Letras Cubanas, 2009
La tolerancia
Similar a los que son los únicos en algo,
soy de las tantas que escriben
poemas en la redonda.
Soy de las tantas que escriben
hasta formar un libro;
de las que buscan un verso aún no podrido,
ni premiado, ni publicado,
pero de indudable valor futuro.
Soy de las que confían
en que su forma de untar
la poesía en la página,
indica cómo se untará la poesía en lo futuro.
Y como trabajo para que las dudas más importantes
sean por el verso eliminadas,
soy de las que se buscan
problemas en todas partes.
Tengo uno de esos matrimonios
donde los dos se toleran,
tengo problemas graves con mis jefes,
problemas que trascienden,
disonancias que la imaginación
antipoética de mis jefes tergiversa
hasta hacerlos parecer como problemas
de corte político,
como peligrosos problemas con el gobierno
que otro gobierno ya hubiera resuelto
con el auxilio –dicen-
de una jaula succionadora,
de una manguera expelente
o de una guerra frontal contra la poesía.
Pero presumo –y lo presumo porque escribo-
que si el gobierno permite
que tanta poetisa como yo ande suelta,
es porque existen problemas mayores
entre nuestro gobierno
y los restantes gobiernos del mundo.
Y en ese conflicto multilateral,
mil veces superior a todos
nuestros conflictos personales,
la poesía es indispensable.
La forma del tiempo
Todas las tardes, a las siete,
hago que hablo con mi marido.
Hago que le comento cualquier cosa o le pregunto.
Imito con los labios temas
de conversación de las parejas.
Pronuncio frases de amor y me convenzo
de que además de relación hago ejercicios
que fortalecen los músculos de la cara
y me acercan a la grata
letanía del matrimonio.
De modo que la cosa espiritual también funciona.
Y mi marido sonríe cuando me escucha,
aunque no dice nada. Debe ser por mí
que sonríe mientras lee la prensa.
Ante noticias cada vez peores
habría que ser malvado o irónico para sonreír
y mi marido no da muestras
de ninguna de estas dos condiciones.
Tampoco me dice nada cuando me ve desnuda,
aunque piense lo peor no me lo dice.
Esto me ayuda a suponer que me ama.
Sin aferrarse
Porque la madurez varía con el tiempo,
es que su forma exterior no tiene forma
ni señas específicas y allá,
por las tres décadas de vida,
lo que llaman madurez, si tiene forma,
es el rostro sin músculos
de un hombre que nos mira
como el que no le gusta lo que ve
o está buscando cuál frase elegir
para despedirse.
Saga de la conducta de aquel hombre,
la pura madurez, en cambio,
tiene todos los términos a su alcance
y no los utiliza. Algún motivo fuerte
hace tonto al mejor hecho
luego que la madurez lo atrapa,
acaso porque en su forma interior,
cuando la tiene,
la madurez es como el silencio
que inunda la noche miserable
en que un hombre nos abandona
y lo afrontamos con serenidad.
Debajo y alrededor de la fritura
castañetea la grasa.
Si la miro como poeta
encuentro que emite pujos idénticos
a la lluvia, siento que es la lluvia
vertida en un lago negro.
Si la miro como simple criatura,
comprendo que son exactas
las leyes de su dominio,
que no fui buena
-incluso como poeta-
hasta que dominé el recurso
de la medida -y del instante,
en que el punto ideal
en la fritura se alcanza-
y pude incorporarlo al poema
como si fuera una astucia
solamente literaria.
Poema Político
Este es el poema donde combato
la incapacidad de mi jefe
para comprender la poesía,
más el rechazo de mis jefes anteriores
hacia la poesía de cualquier tipo.
Este es el poema de una política
hacia la poesía que sintetizo
en la figura de mi jefe actual y combato
desde poses muy calmadas
porque a la larga son los jefes
y no por humillarlos en público
van a comprender la poesía.
Donde explico mi brusca transición de un marido a otro
Mi futuro esposo y mi madre se parecen.
Lo lógico sería que mi futuro esposo
fuera como mi padre.
Fue así con mi primer esposo,
pero no tuvimos éxito.
A mi futuro esposo lo elegí
porque nunca me pedirá
que yo sea como mi madre.
A mi primer esposo lo rechacé
porque quería que yo fuera mi madre.
A mi padre no le gusta el blando tono de voz
de mi futuro esposo y obliga a mi madre a decir:
a mí tampoco me gusta.
En realidad mi madre no le da importancia
a los tonos de voz de la gente;
si pudiera pedir algo pediría
un abrazo de cualquiera.
A mi padre no le preocupa
la necesidad de abrazos de mi madre.
Qué diría mi madre de ti
si supiera
lo de mi nudo contigo,
si nos viera pasear como esposos
por los márgenes de la provincia.
Qué diría, con qué letras
o párrafos. De qué dimensiones
sería su horror si supiera
dónde me muerdes y cómo
o cómo dejo que me muerdas
allí -con qué gusto-
donde sería un espanto
-según ella-,
que mirases de reojo.
Qué diría cuando el puente
de tu nariz se hunde
y yo te abrazo.
Qué tipo de mueca emitiría
si notase cuánto
evolucionó la forma
de intimar de los cuerpos
iguales al suyo.
Pensar en tales cosas
echada sobre el matorral,
contigo encima,
me pone triste por un lado
y me hace feliz por otro.
Coitoral
Relamo tan a presto la corola
que el lomo lapislázuli maldice
non ser corola en vez del infelice
que mira cómo lamo la corola.
Luenga la lengua poso e firme cuando
adentro el paladar olea la brújula
que ayer gozó nel uso de la esdrújula
e agora en la lamida, tan callando.
Rabia con labio líganse nel dolo
e desque tanto enlazan con su apego
non queda naide lúgubre nin solo
nin naide se ha quejado deste juego
e todo aquel que ansí experimentolo
ladinos tralalás pronuncia luego.
Soneto del amor conyugal
Tiene forma de fósforo tu falo,
de varilla naíf, de zona yerma,
que con la facha fúnebre y enferma
parece un fresco fiel de Frida Kahlo.
Objeto de la mofa por la fama
que le dieron fogosos fingidores,
a los falos medianos y menores,
de ser fraudes en flor, ya no lo inflama
la efervescencia de lo femenino
ni el fuego afrodisíaco al monigote.
De tu pene terrible, me imagino,
surja un falo mejor cuando le frote,
o muerda su antifaz de vellocino
frente a la fuelle furia de mi escote.
Pobre de quien perdió la cuenta
de las veces que lo abandonaron
y ahora sólo le pesa lo vago
- la huella inexacta-
de aquel error sin número
que no dejó de doler u ocurrir
porque lo dejara de contar.
Dichoso el que conservó su elegancia,
manejó sin titubeos la nave de la vida
y ahora nada le pesa,
sino que lo cuenta,
con impetuoso entusiasmo,
al círculo de sus parientes.
Yo no fui como ellos.
Me abandonaron y abandoné
en proporciones idénticas.
Choqué contra otras naves
la nave de la vida,
y si el daño no fue recíproco
y me hirieron más, no me quejo,
porque todo lo que me pegó con saña,
le hizo bien a mi poesía.
Robustos mi amor y nacionalidad,
enardecida por el olor
de las guayabas y las piñas gigantes,
los mangos y el estrépito de los toros
de monta cuando se bajan de su hembra,
no le noto los defectos al país,
ni a la cámara de gobierno
ni hallo mal la lozanía de mis adversarios.
Alrededor tengo a mis hijos que eructan
y se acarician las panzas mirándome
y a mi esposo que también eructa
con los pensamientos no sé dónde
y los problemas lógicos de un hombre de su edad,
a pesar de los cuales
me hace el amor constantemente.
Tan varón como un caudillo,
gobierna mi madre en la cocina
oval de nuestra casa.
Fuera de los libros gruesos,
yo nunca he visto
a un general en vivo,
ni a un presidente,
ni sé cómo funcionan
los poderes del Estado.
Mi idea del gobierno
se basa en la gestión
de gobierno de mi madre,
y en el funcionamiento
de la familia.
Nueve muchachas de Jerusalén
tocaban la cítara en el jarrón
causándome una graciosa herida
con forma de cítara precisamente,
y a las muchachas de Jerusalén
fracturas disímiles de brazos y piernas.
Acto que se puso enseguida en contra
de ti mismo y las bellas
artesanías que coleccionas; pues si a mí,
que adoro la cerámica y la música,
poco me importó lo del búcaro,
a mi amante menos.
Yo quiero un negro prieto aquí en mi cama,
un negro semental de falo erguido,
que habite sutilmente en mi marido
y diga, allá en su oreja, que me ama.
Yo quiero un negro sucio de vehemencia
que imponga su razón donde mi esposo
permuta la ternura por el gozo
de ser quien goza más. Quiero la esencia
de un otro que haga dos menos ridículos
y en triada de acusable testimonio
licúe, con sus múltiples vehículos,
la flema de mi esposo en el demonio
de un negro de pulsátiles testículos
que salve de una vez mi matrimonio.
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