La muerte y yo en la palma de tu
mano.
Vamos atravesando esta tarde
como quien cruza una avenida en llamas,
un territorio inundado por un agua
turbia.
Vamos de un extremo a otro de la palma de tu
mano,
nos asomamos en líneas diferentes.
La adivina dice que existimos,
así, sin que tú quieras, sin que lo quiera
yo.
Atravesamos un gran puente y algunos
árboles,
la muerte y yo, asombradas,
como dos amantes que se reencuentran.
Liudmila Quincoses
(Tomado del libro, Plaza de
Jesús)
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