Foto de Otalio Soca |
Las noches de poesía, que antes se celebraban en la Galería Zu de la Calle Ocho, siguen celebrándose en la misma vía central de Miami, pero más cerca del downtown, en la Alliance Francaise, e impulsadas por el mismo promotor, Manny López, con su Proyecto Zu.
Esta vez se le rindió homenaje a Uva de Aragón, quien trajo libros de páginas desgastadas que ya no se encuentran en las librerías, y otros poemas, algunos nuevos, otros recientes, que leyó dando explicaciones de sus orígenes. Uno de los más conmovedores fue el escrito en La Habana, en febrero del 2001: “Ay, que la noche no muera”, que aguijoneó la nostalgia de muchos. Lo dedicó a Mario Darias, en gratitud por ayudarle “a tornar en realidad un viejo sueño”. Se encuentra una noche en el Malecón de La Habana, y al sonido de una guitarra se inspira en cantar un lamento lorquiano: “Ay, que la noche no muera / que no rompa aún el sol de la mañana; / que se quede quieta la gran luna / con sabor de ron en la garganta”. Luego pide en una bella imagen que le crezcan los brazos para abrazar a su Habana.
El amigo trovador resulta ser su vecino de la infancia: “Hoy me regalas el malecón y su magia / mientras las olas y tus canciones / se tragan de un solo golpe / el tormento de mis nostalgias”. Entre los otros que leyó, presentó uno en el que ya buscaba la interacción con los cubanos de la isla, Confesión, en que habla de su deseo de acercamiento, a pesar de que en aquel tiempo era tan joven, de sólo 26 años que casi siempre escribía en inglés, porque llegó a Estados Unidos de 13 años. Desde su puesto de investigadora por muchos años en el Cuban Research Institute, CRI, de la Universidad Internacional de la Florida, del que era directora asociada, ha podido llevar a cabo sus anhelos. De Aragón ha presentado sus libros en la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) y dado conferencias en la Universidad de La Habana, aunque no siempre sin algunos escollos.
“La Cuba oficial no está abierta, pero los escritores sí lo están”, acotó De Aragón, quien considera a la escritora Mirta Yáñez como a una hermana y ha invitado al CRI a escritores y artistas cubanos que han dado conferencias sobre sus obras. Recordó a su amada tía Sara Hernández Catá, quien le presentó a tanta gente famosa, como Ernesto Lecuona y Luis Carbonell. Ella aludió también a la influencia de Antonio Machado, que considera su poeta de cabecera, por su profundidad y su sencillez.
Al dejar el inglés atrás en sus obras, lo hizo porque “quería ser una escritora cubana. Después de todo, las playas de Pilar en ‘Los zapaticos de rosa’, de José Martí, que yo creía eran las de Cuba, estaban en Long Island, era en Nueva York”.
Olga Connor
el Nuevo Herald
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