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Un cuerpo que se resiste a seguir siendo un hábito, un
numero, un movimiento más o menos previsto y circular,
es un cuerpo que sufre. Señor, apiádate de ese cuerpo:
él no sabe ser sino un cuerpo. Camina, como los otros,
sobre la misma línea del gran ferrocarril, y no sabe cuándo
va a caer. Es un cuerpo, y los cuerpos nunca saben nada.
Éste se resiste a seguir siendo algo: una ficha, un límite,
un signo astrológico, una aventura parecida a la siguiente
aventura, y es un cuerpo que sufre. Es un cuerpo
interpretado por otros cuerpos: nunca fue un cuerpo por
primera vez. Su primera vez fue siempre de los ojos de
otros, y las primeras veces de los otros siempre huían al
verlo llegar. Señores: apiádense de ese cuerpo, que no
saber ser sino un cuerpo que sufre.
Alberto Rodríguez Tosca
(Tomado del libro, Las derrotas, Premio de la Crítica del Instituto Cubano del Libro)
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