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Thursday, January 14, 2010

Elena Tamargo y Elvira de las Casas rescatar la memoria y subvertir la tradición


Elena Tamargo y Elvira de las Casas rescatar la memoria y subvertir la tradición.

By SARAH MORENO
smoreno@elnuevoherald.com


La tradicional celebración incluye cenas muy elaboradas para atraer longevidad, riqueza, paz, sabiduría y virtud.

La mujer del güije, exhibición de 17 plumillas de Elvira de las Casas que se inaugura este sábado en Zu Galería, y que sirven de ilustración a la segunda edición del poemario de Elena Tamargo El caballo de la palabra (Ediciones Dos Aguas), revela las vivencias compartidas y a las vez las diferencias que marcan la amistad entre las dos artistas cubanas.

``Ambas crecimos en un puerto de mar, yo en la costa sur, en Cienfuegos'', dice De las Casas, ``y Elena, en Bahía de Cabañas [en el norte de la isla), pero las circunstancias nos llevaron tierra adentro''.

Gracias a ese viaje a la capital, se conocieron en 1976 en la Universidad de La Habana y comenzaron a compartir otra pasión, el idioma y la literatura alemana.

``Elvira me presentó a Osvaldo'', añade Tamargo, refiriéndose a quien fue su esposo durante 34 años, el poeta Osvaldo Navarro, con el que residió en México desde 1992 hasta la muerte repentina de éste en febrero del 2008.

Al venir a vivir con su hijo a Miami, Tamargo pudo reencontrarse con De las Casas, quien reside en Estados Unidos desde hace 20 años y actualmente dirige la revista Mira.

``Elena es como una nube, y yo tengo los pies en la tierra'', describe De las Casas a propósito de una de las tintas de La mujer del güije, que ha titulado Elena.

``Es una figura estilizada que se parece a Elena, quien es romántica, nostálgica y a veces es elegíaca en sus poemas. Yo soy todo lo contrario. Me interesa la parte humorística y optimista de la vida; soy pragmática y poco romántica'', contrasta De las Casas.

Por su parte, Tamargo reconoce que, si bien no tiene la ``fiereza'' de De las Casas, la cual ``se manifiesta en sus trazos libres, en su fantasía, en la deformación de la figura y en los detalles absurdos'', comparten una sensibilidad.

``La obra de Elvira se concentra en la figura humana, ella humaniza esos `monstricos', y los convierte en fetiches, artilugios que te dan deseos de poner en un rincocito. Yo, en mi poesía, me reedito, escribo de mis problemas y mis dolores. Esa relación entre criaturas, las que ella inventa, y las que existen, como yo, nos une'', detalla Tamargo.

De las Casas empezó a pintar a los 16 años en Cienfuegos, donde escuchó también de boca de su madre --una maestra rural-- las historias del güije, esa criatura mitológica del campo cubano, que se supone vive cerca de las aguas y que la tradición imagina negra porque es de noche cuando sale, y es también al amparo de la oscuridad cuando mejor se teje su leyenda.

``Todo el mundo trata de pintar al güije, pero nadie ha pensado cómo se reproduce éste'', comenta De las Casas sobre el punto de partida de las figuras femeninas de sus plumillas, esa supuesta ``mujer del güije'' que a su vez es la madre de otros güijes.

En el dibujo, De las Casas sigue el estilo espontáneo del grupo de dibujantes villaclareños que en los años 1960 se agruparon en torno al escritor Samuel Feijóo. La inspiración, para estas ilustraciones en específico, le llega de los versos de Tamargo, como Pequeña elegía al mar, en el que la poeta habla de la añoranza del mar, ausente cuando vivía en México. Otro verso de Tamargo, que reescribe el famoso tema de María Grever y proclama que ``ya yo he encontrado un alma como la mía'', es la base de Bolero, otra tinta de De las Casas.

Para Tamargo, la reedición de El caballo de la palabra, que se publicó en el 2007 con Iduna, es un proyecto muy personal, que establece un diálogo con el último poemario de Navarro, Horror al vacío, que éste escribía mientras ella se recuperaba de un cáncer.

``El cáncer es un incendio. Nadie se salva sin amor y él me rescató'', dice tratando a su vez de repasar lo que entonces sentía Navarro.

``Es un trabajo de recuperación de la memoria en la poesía'', dice Tamargo, quien emprendió esta labor antes en ensayos sobre los poetas españoles exiliados en México o sobre la obra del argentino Juan Gelman, y que sin embargo es la primera vez que la acomete en su propia poesía.

Así incluye en El caballo de la palabra, el último poema que Navarro le dedicó y añade otros textos, como su propio epitafio.

``Reviso mis últimos días con Osvaldo, de una manera poética, que es como vivimos durante 34 años'', concluye. •

Apertura de la exhibición `La mujer del güije', de Elvira de las Casas, y presentación del poemario `El caballo de la palabra', de Elena Tamargo, sábado, 8 p.m. en Zu Galería, 2248 SW 8 St. 786-443-5872. La muestra se extiende hasta el 12 de febrero.

Foto de C.M.Guerrero tomada del Nuevo Herald.

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