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- Manny Lopez
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Monday, August 2, 2010
Memorias de un joven que nació en enero: Luis de la Paz nos habla de Guillermo Hernández en el Diario Las Américas
Memorias de un joven que nació en enero
Por Luis de la Paz
DeLaPazL@aol.com
Uno de los aciertos de las conmemoraciones por el 30 aniversario del éxodo del Mariel, fue el homenaje que se le rindió en Zu Galeria al desaparecido joven escritor y activista cultural Guillermo Hernández (1959-1988), organizado por iniciativa de Matías Montes Huidobro y Yara González Montes, quienes a su vez compilaron y editaron Memorias de un joven que nació en enero (Editorial Persona, Hawaii, 1991), una serie de textos dispersos y diversos del malogrado joven.
Retomar el libro, permite apreciar y disfrutar del talento de Hernández y de sus propósitos como escritor, pero también como militante anticastrista y promotor cultural. Concretar a lo largo de su breve vida proyectos que a muchos les lleva décadas apenas emprender, es un verdadero desafío que sobrepasa las posibilidades reales, ya no sólo de cumplirlos, sino de emprenderlos. Guillermo Hernández logró, en su conjunto, sus fines.
Cuando llegó al exilio vía Mariel con 21 años, ya venía marcado por los abusos físicos, los actos de repudio que tuvo que soportar por el solo hecho de querer abandonar la isla, y conciente de que Cuba necesitaba un cambio hacia la libertad y la democracia. En la sección que recoge sus poemas, se aprecian esas inquietudes: “Cuánto costó decir/ después del llanto,/ del terror de la fiera/ y de la herida,/ que en el cielo y la tierra/ para los hombres libres/ como aman las rosas,/ nos amamos”, expresa en Cuánto costó nuestra esperanza.
Hernández fundó en 1985 la Casa de la Cultura Cubana, de la que fue su presidente y cuyo legado es significativo para el impulso de la cultura de los cubanos: “Fue un sitio mágico donde súbitamente se rompía la barrera del tiempo y del espacio y entrábamos en Cuba”, escribió Reinaldo Arenas sobre la Casa de la Cultura.
En ella, gracias a las gestiones del joven escritor, se ofrecieron charlas, conferencias y exposiciones.
Guillermo Hernández denunció en 1988, ante la 44ta. Sesión de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en Ginebra, la barbarie castrista. Su intervención se recoge en el libro, así como el doloroso testimonio de los ultrajes a los que fue sometido cuando salió de la isla: “Gritando consignas comunistas, trataron de violentar la puerta de mi vivienda”, describe sobre los actos de repudio a los que fue sometido.
Hacia el final del libro se reúnen varios ensayos, todos brillantes y lúcidos, destacando uno sobre la literatura hispana en los Estados Unidos y el titulado Sobre la fe y mis dudas: “En un país donde es (siempre lo fue) muy difícil «creer» en el sentido más filosófico y puro de la palabra, porque a la creencia popular llena de ritos y mitos de santos y demonios se une la realidad cruel de que la dignidad plena del hombre fue violada muchas veces”.
El libro incluye un concienzudo trabajo de Yara González Montes poniendo en perspectiva la poesía de Hernández, y donde expresa que su poesía “está permeada de angustia, de rebeldía, de desolación”. Luego concluye que el escritor: “afrontó con aplomo y valentía su destino trágico. Al partir nos dejó un invaluable legado, su canto. A través de él, se sobrepone a la muerte”.
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