por Rolando Jorge
I
Heinrich Böll, uno de mis autores favoritos de la Alemania del siglo XX, dice de uno de sus personajes, que es “un coleccionista de momentos”. Esto es de lo mejor que haya escuchado para tratar de definir al artista y su artesanía.
Atado a la mendicidad del tiempo, trabaja ese fluir atento a las progresiones que maneja, con más o menos habilidad; vuelve a los atajos por los que transitó en épocas tempranas, en busca de ciertas frescuras, sabores y visiones. “El niño crea en lo que rompe…”.
Como en otra dimensión, la que se opone a los pensamientos, el poeta estruja nuestro rostro. En tempo personalísimo enfrenta a sus demonios, los amansa, los pone a rimar retinas con espinas. Los que se escriben a partir de ahí, corren el riesgo de morir un poco en cada texto.
Aquél álamo que viera Paul Celan descender al agua, es ahora tragado por la tarde:
El silencio se ahorca
donde el viento arma
los contornos
cerrando puerta de elegancia y perfume.
Los buitres bajan a la cena
por un hilo de víscera
en charco.
La tarde, sorda
se traga el álamo,
las chispas vuelven a su origen
meditativo. (Poema XXXVIII)
II
Presentes en esta colección, trobar leu y trobar clus (trobar ric) adoban sabroso punto cubano, tour-de-force subterráneo que deposita sobre la mesa espectral experiencia. Riverón cumple sin miramientos esta extraña fusión de dolor humano e información libresca:
¡Ay, Milanés, tu locura
y la de Goethe, son parientes!
Tú en la ciudad de los puentes,
Él en su Alemania pura.
Los dos la misma negrura
Mordieron al mismo dejo,
Y detrás de cada espejo,
en una fuga interior:
Tú sin Isa, sin su amor,
Goethe sin Levetzow, ya viejo.
“ Si nunca escribiéramos sino lo que ya se ha comprendido, el campo de la comprensión nunca se ampliaría. Uno exige el derecho, una y otra vez, de escribir para unas cuantas gentes con intereses especiales y cuya curiosidad penetra en mayor detalle”*.
*Ezra Pound
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