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Welcome to my blog! Sometimes, I write in Spanish, others in English, but basically this is my daily diary of sorts. Los invito a mi blog, que es como un diário de mis eventos y escritos que a veces son en español, y a veces en inglés...

Wednesday, September 29, 2010

A MANNY, A ZÚ GALERÍA de Carmen Karin Aldrey


El clavo no salía, estaba empeñado en quedarse. Cuando lo fundieron a esa pared de sabe Dios cuántas historias, entendió que su nuevo propósito en esta vida se había adueñado del frío e impersonal destino. En ese momento de quebrar la cal y la piedra, presintió el increíble giro de su propia historia. Ya no sería un simple clavo para reparar una cierta vulgaridad, ni para sostener alguna idea cotidiana de la que nadie se asombraría, ni tampoco el insignificante clavo sin pena ni gloria dentro de una caja de herramientas olorosa a moho y aguarrás. Ahora era el clavo del que muchos colgarían duendes y palmeras, flores y paisajes soñados, frutas tan reales que perfumarían el aire, arlequines y vírgenes, diosas irreverentes, flautistas medievales, hadas pasteles, ciudades extrañas de techos abiertos, pueblecitos que de tanta placidez invitarían a tocar sus ventanas, mujeres de pelo rojo por donde discurrirían fantasmas nórdicos y lánguidas elucubraciones.

No recuerda cuáles fueron los primeros, pero creía que no era importante el orden de las cosas, sino la trascendencia de ser un clavo que sin fechas estaría siempre en esa carrera esencial de subyugar a las almas, que gracias a su empecinada existencia, lograrían viajar a otros mundos, caminar por las infinitas veredas del color, la agonía, la poesía, los laberintos inexplicables del ser, la música que los pinceles del azar y las luces de los lentes estamparían en la inmensidad del tiempo. Por eso mientras el viejo martillo luchaba por negarle su derecho a permanecer, él se mantenía allí, incólume en su batalla de subsistencia y urdiendo estrategias para que el acto de sucumbir a la realidad de su límite, hiciera que el martillo renunciara por cansancio.

Pero él era un simple clavo, sujeto a la causalidad igual que los humanos, y en el fondo sabía que ese ciclo de su vida se había cumplido a cabalidad, con el honorable sello de haber resistido cientos de martillazos por el aquello de colgar con altruismo las rutilantes imágenes de la creación. Sí, estaba orgulloso, sin vanidad, sin soberbia, sin arrogancia, era un clavo que había vivido muchas vidas, que había sido tocado por la magia del hombre, una y otra vez, llenándole sus días de encanto y complacencia. Por eso al final le dio mucha pena el martillo y la mano sudorosa que lo agarraba, de modo que cedió a lo irremediable.

Cuando se apagaron las luces y la oración llenó el espacio vacío, desde un rinconcito de la caja de herramientas sintió en su corazón de hierro los latidos de la eternidad, de las seis manos que unidas por la invocación y la esperanza, le daban las gracias a él y a las paredes por haber contribuido a que la vida fuera más hermosa.

Carmen Karin Aldrey
Septiembre 28 del 2010, en la última Noche de Zú.

Foto de Marta Ramos.